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Desde la red

Un hombre, un dardo, una medalla

Para ganar medallas importantes, Guillermo Martínez no precisa la casta de las megaestrellas. El hombre no es ningún fenómeno, como Zelezny, ni posee la estirpe de los jabalinistas nórdicos. Pero tiene coraje -nunca más adecuada la palabra- para contender. Quiero decir, que no se arruga.

En Daegu, Guillermo volvió a llegar al podio. Le puso lo que tenía al primer disparo, y el esforzado envío (84,30 metros) lo premió con un bronce memorable. El tercero de la delegación, que además suma una plata.

Como este moreno nos hacen falta gente en el deporte. Hombres armados de talento y de riñones. Tipos duros, de esos a los que nadie subestima en la pulseada.

Gracias a él, Cuba ascendió un peldaño en la clasificación por puntos, y ahora ancla novena con 38 rayas. Y lo mejor: todavía se puede subir un poco más, pues la última fecha verá en acción a Yipsi y los triplistas.

Eso sería magnífico. Digamos, un consuelo inefable. Porque si vamos a dejar Sudcorea sin obtener un título, al menos hace falta un lugar decoroso en la tabla por países.

¿Puede alcanzarse un oro? Ya lo escribí hace poco: no descreo de Yipsi, que es inmensa, pero la alemana Betty Heidler parece un Leviatán a día de hoy. Y tampoco reniego de mis saltadores, mas tendrán que lidiar contra Évora, Idowu, el formidable veterano Olsson, y la tradicional inestabilidad que, con indeseable frecuencia, los abate.

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