LA MAGIA MULTIPLICADA DEL BALLET NACIONAL DE CUBA.

Por: Víctor Ramón Guirola Rodríguez.

Nadie duda la calidad del Ballet Nacional de Cuba, cada vez que se descorren las cortinas para propiciar un encuentro con su público, diríamos que es una magia multiplicada la que consigue con cada entrega de clásicos como: Giselle, La bella durmiente del bosque, Cascanueces y El lago de los Cisnes, entre otras; piezas que en fragmentos cumbres, devienen un espectáculo único para cada espectador, que tiene ante si la posibilidad de ver pasar un evento de riqueza acumulada por siglos en la danza más notable y además queda nuevamente demostrado el caudal interpretativo de las jóvenes figuras que la institución continúa tributando a través de los años, recreando un desarrollo inagotable. Una de las primerísimas representantes del Ballet Nacional es Viengsay Valdés, que con el carisma de los virtuosos, no solo se expresa con todo su cuerpo, verla danzar en el tablado con admirable seguridad y el encanto de una diva, es más que memorable.

Su cadencia para bailar e irradiar ese goce pleno que la atrapa mientras nos brida su arte, impacta y seduce. Ella encuentra el límite exacto entre dominio técnico y desempeño artístico, Así la hemos visto en varios papeles protagónicos como los ballet Giselle y El lago de los cines, obras danzarías que la han incentivado a buscar de si para conformar la estructura dramática de los personajes y aportarles los matices apropiados, esta búsqueda por diversos estados de ánimo y sensaciones, según ha confesado en algunas ocasiones, la disfruta del mismo modo con que enfrenta el rigor técnico de Don Quijote.

Es válido ensalzar el trabajo de la prima bailarina absoluta Alicia Alonso en la formación de estas jóvenes figuras de nuestro arte danzarío más contemporáneo, con su acontecer a convocado lo más puro de esta expresión en cada uno de los que marcan el camino para poder llegar al firmamento del Ballet Nacional de Cuba.